viernes, 26 de noviembre de 2010

FILOSOFANDO POR UNGA


El trabajo, la prescindibilidad, la globalización y los pobres

Francisco Flores Aguirre y Francisco Flores Legarda


“Podríamos decir
que el trabajo es
en la actualidad
un ensayo diario
para la prescindibilidad”

Hay un pánico ante el crecimiento (dejar de ser quienes somos) que se “alivia” mediante el control autoritario. México no pasado ninguna de las pruebas en que se le ha presentado la oportunidad de crecimiento. A ello se debe su actual retraso.

Nada de lo que hicimos en el siglo XX ha funcionado. Es momento de cambiar de métodos. El eje central es que el Gobierno cumpla con su parte del pacto social que el pueblo le encomendó.

De otra manera, nos volverá a ocurrir lo mismo en el año 2000: la transición que podría haber significado un cambio de dirección al poco tiempo se revelo como una mera alternancia de partido, pues persistieron iguales políticas económicas y, peor aun, la ortodoxia panista fortaleció el retorno al pasado.


¿Qué es, pues, lo que provoca este fracaso generalizado de las fuerzas sociales y políticas?


Ese fracaso se llama: la desigualdad social. Y hay que descifrar este problema.

Cuando se liberan todas las riendas políticas locales y de las presiones locales, la rápida globalización extraterritorial, producen brechas cada vez más grandes en la población que no solo se ven arrojadas a una vida de pobreza, miseria y destitución, sino que por añadidura se encuentran expulsadas de lo que ha sido socialmente reconocido como un trabajo útil, y económicamente racional, convirtiéndose en PRESCNDIBLES en lo económico y lo social.

El hecho de ver a los indigentes y destituidos, es para todos los seres coherentes y sensibles, un oportuno recordatorio de que incluso la vida más prospera es insegura y de que el éxito de hoy no impide la caída de mañana. Por eso, sacar a los pobres de la pobreza, no es tan sólo un asunto de caridad, conciencia y deber ético, sino una condición indispensable para construir una república de ciudadanos libres, a partir de la tierra baldía que nos dejó la GLOBALIZACIÓN.


La cantidad global del empleo disponible se está reduciendo, un problema que no es “macroeconómico”, sino estructural, en relación directa con el traspaso del control de factores económicos cruciales de manos de las instituciones representativas de los gobiernos a manos del libre juego de las fuerzas del mercado; y como resultado tenemos un título vacío y nostálgico del alguna vez inquebrantable Estado Soberano, hoy en rápida disolución.


Mientras el capital fluye libremente, la política sigue siendo irremediablemente local. La velocidad del movimiento hace del poder real algo extraterritorial.

Se podría decir que, al ser las instituciones políticas existentes cada vez más incapaces de regular la velocidad del movimiento de capitales, el poder está cada vez más alejado de la política; esta circunstancia da cuenta al mismo tiempo de la apatía política creciente, del progresivo desinterés del electorado de todo aquello que sea político –a no ser por los jugosos escándalos protagonizados por las estrellas políticas de turno- y del desvanecimiento de las expectativas de que la solución provenga de los edificios gubernamentales, sean quienes fueren sus actuales o sus futuros ocupantes. Lo que se hace o pueda hacerse en los edificios gubernamentales tiene cada vez menos consecuencias sobre los problemas con que los individuos deben enfrentarse cada día.

Con los Derechos Universales proclamados en la Revolución Francesa, los pueblos celebraron un pacto social, se pusieron de acuerdo en que un gobierno republicano, formado por tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, se encargaran de regular la convivencia entre la ciudadanos. A quienes detentar el poder público, se les ha olvidado y la partidocracia ha secuestrado la voz del pueblo.

Es sencillo, solo tomar nuestra Carga Magna, y que el Gobierno, cumpla con sus obligaciones: reparto equitativo de la riqueza, impartir justicia pronta y expedita (sacar las narices a la Corte de asuntos que no le competen), buscar que todos los mexicanos tengan educación y salud, otras más, pero ahora y la urgente la seguridad preventiva y una real procuración de justicia.

Los poderes reales y facticos nos dicen: No te agüites, así ha sido, así es y así será. Adáptate a la realidad. Y la realidad del realismo mexicano no es idéntica a la inmovilidad, la imposibilidad.

Total, una vida sin reflexión y pacto social, no merece vivirse…y desde luego…Salud y larga vida.

viernes, 12 de noviembre de 2010

EL TRABAJO Y LA RISA

FILOSOFANDO POR UNGA




FRANCISCO FLORES AGUIRRE



EL TRABAJO Y LA RISA



La Definición del hombre como un ser que trabaja debe cambiarse por la del hombre como un ser que desea –dijo Octavio Paz.

-el pueblo dice, el pueblo murmura y cuando el río suena es que agua lleva:
1. Si el trabajo fuera bueno, no pagarían por hacerlo –pregone Joe Banana.
2. Si el trabajo fuera muy bueno, muy bueno, ya los ricos estarían trabajando. Por eso dicen yo trabajo como los burros, con la contradicción de que los burros por más que trabajen hasta la fecha, no se han hecho ricos.
3. Si el trabajo fuera muy bueno, muy bueno, pero muy bueno, ya lo hubieran nacionalizado.

Y el pueblo dice: No hay mejor lotería que el trabajo y la armonía; y a pesar de todo seguimos creyendo que el trabajo es la mejor forma de solidaridad humana, el mejor compromiso para mejorar el mundo.

Total, una vida sin reflexión no vale la pena vivirse.