viernes, 10 de diciembre de 2010

FILOSOFIA DE LA HISTORIA DEL TRABAJO Y SU INCOACCIÓN CON LA ÉTICA LABORAL.




Francisco Flores Aguirre



La dignidad del trabajo deriva de la misma naturaleza del trabajo, es decir el trabajo es una actividad humana. La verdad es idéntica a lo creado o a lo hecho. La verdad es el fruto del trabajo de mis manos.

Los libros sagrados, los más antiguos de la Ley, afirman que el PRIMER ENTE fue el que impuso inicialmente el precepto del trabajo en un paraíso para que lo cultivase y lo guardase; este trabajo no era penoso ni necesario porque la tierra y toda la naturaleza, dotadas de una fertilidad maravillosa producían abundantemente todo cuanto al hombre le era necesario para sustentar su vida. Era ocupación, esparcimiento del ánimo y expansión de la vida.

La prevaricación del primer hombre –siguen comentando los Antiguos Textos Sagrados- lo condenó a comer el pan con el sudor de su rostro y desde entonces el trabajo es penoso y necesario, tan es así que el término ´trabajo` viene del verbo latino Tripaliare que significa TORTURAR porque en aquel entonces había un instrumento hecho con tres palos que servía precisamente para eso.

Desde entonces es necesario hacerse unas preguntas básicas, que deben tener respuestas prácticas:

¿Es factible combatir la pobreza y vencerla con ayuda de métodos ortodoxos, hechos a la medida de una sociedad que ya no existe? ¿O deberemos buscar nuevas soluciones, como separar el derecho a la vida de la venta de la mano de obra y extender el concepto de trabajo más allá de aceptado por el mercado laboral?

Cuando se plantea la pregunta qué es la ética del trabajo, se puede decir en pocas palabras que es una norma de vida con dos premisas explícitas y dos presunciones tácitas:

Primera Premisa: dice que, si se quiere conseguir lo necesario para vivir y ser feliz, hay quehacer algo que los demás consideren valioso y digno de pago.

Segunda Premisa: Afirma que está mal, que es necio y moralmente dañino conformarse cuando ya ha conseguido y quedarse con menos en lugar de buscar más; que es absurdo e irracional dejar de esforzarse después de haber alcanzado la satisfacción; que no es decoroso descansar, salvo para reunir fuerzas y seguir trabajando. Dicho de otro modo: trabajar es un valor en sí mismo, una actividad noble y jerarquizadora. Y la norma continúa, hay que seguir trabajando aunque no se vea para que: trabajar es bueno, no hacerlo es malo.

Primera presunción tácita: la mayoría de la gente tiene una capacidad de trabajo que vender y puede ganarse la vida ofreciéndola para obtener a cambio lo que merece; todo lo que la gente posee es una recompensa por su trabajo anterior y por estar dispuesta a seguir trabajando. El trabajo es un estado normal de los seres humanos; no trabajar es anormal. La mayor parte de la gente cumple con sus obligaciones y sería injusto pedirle que compartiera sus beneficios o ganancias con los demás que también pueden hacerlo pero no lo hacen.

Segunda presunción tácita: sostiene que sólo el trabajo cuyo valor es reconocido por los demás (trabajo por el que hay que pagar salarios o jornales que pueden venderse y estar en condiciones de ser comprado) tiene el valor moral consagrado por la ética del trabajo.

En la práctica, esta ética del trabajo sirvió a políticos, filósofos y predicadores para desterrar, por las buenas y por las malas, era que los ciegos vieran la luz, obligar a los necios a emplear su inteligencia, enseñarles a todos a aspirar a una vida mejor, a desear cosas nuevas y superiores y a través de ese deseo mejorarse a sí mismo. En caso necesario habría que obligar a los recalcitrantes a actuar como si de verdad tuvieran esos deseos.

En la práctica sucedió al revés, la aparición del régimen fabril, (la revolución industrial) puso fin al romance entre el artesano y su trabajo: Lo contrario a lo que postulaba la ética del trabajo “del principio del buen rendimiento”. El propósito de la cruzada moral era recrear dentro de la fábrica y bajo la disciplina impuesta por los patrones, el compromiso pleno con el trabajo artesanal, la dedicación incondicional al mismo tiempo y el cumplimiento en el mejor nivel posible de las tareas impuestas. Las mismas actitudes que –cuando ejercía el control sobre su propio trabajo- el artesano adoptaba espontáneamente.

Y sigue la ética del trabajo. ¿Cómo se logró que la gente trabajara? Bajo la ética se promovía una moral de la disciplina, ya no importaban el orgullo y el honor o el sentido de la finalidad. El obrero debía trabajar con todas sus fuerzas día tras día aunque no hubiera el motivo de ese su esfuerzo o fuera capaz de vislumbrar su sentido último. Antes la gente acostumbraba a darle sentido a su trabajo a través de sus propias metas. Recuerdo a mi papá en la empresa minera Asarco de Santa Bárbara Chihuahua que se iba a la empresa hasta dos horas antes del horario establecido para preparar su ambiente de trabajo. ¡Hoy la imposición de la ética implica la renuncia a su libertad!

Hoy como hace 200 años de revolución industrial, los seres humanos sienten un disgusto hacia cualquier regularidad de hábitos. Descontentos por que no podían entrar y salir como querían, ni descansar en los tiempos que estaban acordados. En la práctica, la cruzada por la ética del trabajo era la batalla por imponer el control y la subordinación. Se trataba de una lucha por el poder en todo, salvo en el nombre, una batalla para obligar a los trabajadores a aceptar, en homenaje a la ética y la nobleza del trabajo, una vida que no era noble ni se ajustaba a sus propios principios de moral. Por primera vez en la historia se habría dado prioridad a “lo que se puede hacer” por encima de lo “que es necesario hacer” con esto se hace posible una paradoja: “crecimiento por el crecimiento mismo”. Se les enseña a actuar no a pensar. El trabajador debe ser atento y diligente, no pensar en forma autónoma, sólo le debe adhesión y lealtad a su patrón. Otra paradoja: las virtudes que admiramos en un hombre son defectos en otro.

Wolf Lepenies, desde fines del siglo XVII, el lenguaje para referirse a la “naturaleza”, era todo lo creado por intervención divina, lo dado, no procesado, ni tratado por la razón y la capacidad humanas y estaba además saturado de metáforas militares.

Francis Bacon, no dejó nada a la imaginación. La naturaleza debía ser conquistada y obligada a trabajar duro para servir mejor que cuando se la dejaba en libertad; servir a los intereses y al bienestar humano.

Descartes comparó el progreso de la razón por una serie de batallas victoriosas libradas contra la naturaleza. Diderot, convocó a teóricos y prácticos a unirse en nombre de la conquista y el sometimiento a la naturaleza. Karl Marx definió el progreso histórico como la irrefrenable marcha hacia el dominio total de la naturaleza. Saint-Simon y Augusto Conte, hicieron lo mismo.

En conclusión todo cuanto detenía o demoraba la marcha hacia el progreso dejaba de ser moral, por ejemplo, la piedad, la compasión y la asistencia estuvieron en primer plano. La piedad por las víctimas debilitaba la resolución, la compasión hacía más lentos los cambios.

Por otro lado lo que contribuyera a la victoria final sobre la naturaleza era bueno y resultaba en “última instancia” Ético porque servía “en el largo plazo” al progreso de la humanidad.

Enemigos del progreso eran: la defensa que el artesano hacía de sus tradicionales derechos, la resistencia opuesta por los pobres en la era preindustrial al régimen mecanizado. La resistencia de la naturaleza debería de ser quebrada, desenmascarada, anulada, con poco remordimiento como ya habían sido anuladas otras estratagemas de la naturaleza.

Otra conclusión es que la tarea de lograr que los pobres se pusieran a trabajar y los “voluntariamente ociosos”, se pusieran a trabajar no era solo económico, sino también Moral. Los nuevos programas de beneficencia no están concebidos con el espíritu de la caridad. Se celebra el advenimiento como el comienzo de un nuevo orden moral, en el cual los poseedores de propiedades retomaran como paternales guardianes de los menos afortunados; para acabar no con la pobreza, esto ni siquiera parece deseable, sino con las formas más abyectas del vicio, la indigencia y la miseria física.

Corolarios:

1. El trabajo para el hombre es un deber natural personal y un deber natural social. Deber natural porque su constitución física se lo impone. La vida no puede concebirse sin movimiento. Es una ley común del individuo y de la especie. Con el trabajo se obtienen los medios necesarios para conservar la vida y conservar la vida es el primer deber natural del ser humano. El trabajo es un deber natural social, porque el hombre está destinado por la naturaleza a vivir en sociedad. Así se dice “quien no quiera trabajar que no coma”, porque no pierde el derecho quien no puede trabajar.

2. Las crisis del hombre en todas sus dimensiones está en nosotros y la única salida es el trabajo que permite excelsas satisfacciones en todos los órdenes como es el estímulo económico, fruto del esfuerzo creador, físico y espiritual de uno mismo. Si usted da trabajo a otro, gracias porque ofrece dignidad.

3. La justicia histórica es la actual riqueza de occidente. Es el legado conjunto de generaciones y debe beneficiar a todos los descendientes; Porque el derecho a seguir con vida que condiciona toda elección de valores y que la precede, es propiedad inalienable de todos los seres humanos, no algo que tenga que ganarse.